Boletines informativos Edición número 11

El Boletín Islámico Numero 11 Pag 8 NO TE OLVIDES DE DECIRLO: Bismillah (en el nombre de Alá) -- al hacer algo. Assalamu'Alaikum (la paz sea contigo) -- al conocer a un musulmán. Waalaikumus salaam (la paz sea contigo también) -- en respuesta. Insha'Allah (si Alá quiere) -- cuando se espera hacer algo. Subhanallah (Gloria a Alá) -- para alabar a alguien. Ma sha Allah (lo que a Alá le gusta) -- en agradecimiento. Fi Amanillah (en la protección de Alá) -- al despedirse. Jazakallahu Khair (que Alá te recompense) -- dar las gracias a una persona. Tawakkaltu' Alallah (confío en Alá) -- para resolver un problema. La Illaha IIIal Lah (no hay más dios que Alá) -- al levantarse. Alhamdu lillah (alabado sea Alá) - al estornudar. Yarhamukallah (que Alá te bendiga) -- al oír estornudar a alguien. Amin (acepta nuestra oración) -- al unirse a un Du'a' (súplica). Ya Allah (Oh Alá) -- cuando se siente dolor o angustia. Astaghfirullah (Que Alá me perdone) -- arrepentirse de una mala acción. Na'udhubillah (buscamos refugio en Alá) -- para mostrar tu desagrado. Inna lillah Weina ileihe Rajeun (A Dios pertenecemos y a Él volvemos) -- cuando te enteras de la muerte de alguien. Las mujeres musulmanas no son ni más ni menos feas que otras mujeres, pero no hacen alarde de sus atractivos. La mujer musulmana espera ser apreciada por su mente y su carácter, no sólo por su cuerpo. La mujer musulmana debe ocultar sus atractivos a los hombres mediante un tipo de atuendo estrictamente modesto y sencillo. La vestimenta modesta no degrada a la mujer, pero desalienta la lujuria en el hombre. Dentro del círculo familiar, la mujer es libre de vestirse de manera informal y embellecerse; de hecho, se la anima encarecidamente a hacerse atractiva para su marido, ya que su belleza está reservada para él. También es libre de hacer lo mismo entre otras mujeres musulmanas si no hay ningún hombre presente. Pero fuera de su casa y en cualquier momento en que esté en presencia de hombres que no sean mahrem, incluso dentro de su hogar, está obligada a llevar un tipo de vestido que la cubra y que deje claro a cualquiera que la vea que es una mujer casta, modesta y pura, y que no quiere que su sexualidad entre en la interacción en el más mínimo grado. Una mujer musulmana con este tipo de vestimenta desenfadada y poco atractiva, que resalta su feminidad al tiempo que oculta su sexualidad, y con un comportamiento correspondientemente recto, suscita y recibe automáticamente el respeto de los hombres, del mismo modo que siempre se ha respetado a las monjas, cuyos hábitos son en cierto modo similares a la vestimenta que cubre a las mujeres musulmanas. Este tipo de vestimenta, que se conoce como hiyab o purdah, está prescrita por una orden directa del Corán y es una característica por la que una mujer musulmana consciente es reconocible en cualquier parte del mundo. Tendremos más que decir sobre este tema en la sección dedicada a la vestimenta. Es en este contexto donde puede entenderse con mayor claridad el concepto islámico de feminidad. El respeto y el estatus de que goza una mujer musulmana no están ligados en modo alguno a su atractivo físico ni a sus habilidades sociales en relación con los hombres; más bien es ocultar y reservar su belleza y sexualidad, sus encantos y favores femeninos, exclusivamente para el hombre con el que se ha casado lo que la marca como mujer virtuosa y le granjea respeto. De hecho, el Islam prescribe el hiyab no sólo para proteger a la sociedad de las perturbaciones producidas por las expresiones incontroladas de interés sexual y para proteger la dignidad y el honor de la mujer, sino también para neutralizar su sexualidad de modo que pueda ser una fuerza positiva y constructiva en la sociedad en lugar de perjudicial. Gracias a la modestia de su vestimenta y a la corrección de sus modales y comportamiento, los hombres pueden considerarla y tratarla como una persona, no como un objeto sexual; es decir, su valor para la sociedad no está relacionado con sus atractivos físicos, sino únicamente con su valía como ser humano. Por consiguiente, a medida que la mujer musulmana envejece no pierde nada de su valor, ni a sus propios ojos ni a los de la sociedad, ya que entre los musulmanes el valor de una mujer, al igual que el de un hombre, aumenta con la edad debido a su sabiduría y experiencia, en lugar de disminuir con el declive de su juventud y belleza. Para la mujer musulmana, su carácter y sus logros personales, su modestia y dignidad, su piedad e inteligencia y su papel femenino como esposa y madre son las fuentes de estatus y respeto dentro de la comunidad, más que su interés sexual, su atractivo o su fácil sociabilidad con los hombres. Pero para que no se piense que la responsabilidad de mantener relaciones puras con el sexo opuesto recae únicamente en las mujeres, basta citar el siguiente conocido versículo coránico: Di a los hombres creyentes que bajen la mirada y guarden su pudor: eso les hará más puros. Y Alá conoce bien todo lo que hacen. Y di a las mujeres creyentes que bajen la mirada y guarden su pudor..." (Corán 24:30-31) Así pues, las enseñanzas islámicas inculcan en hombres y mujeres por igual un fuerte sentido del hay, es decir, timidez, reserva y modestia en presencia del

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