Boletines informativos Edición número 13

El Boletín Islámico Numero 13 Pag 14 el que dice: “No he visto una convicción igual a la duda como la certeza sobre la muerte.” En Su sabiduría y cuidado, Alá ha tenido cuidado de frenar el ansia de posesión, condenando la adquisición por medios ilícitos o falsos pretextos de las propiedades y posesiones de otra persona. Estableció estas leyes para proteger a todos los miembros de la sociedad y para enseñarnos a respetar los derechos de los demás. Así, nos prohíbe adquirir riquezas por medios ilícitos, tocar los bienes de un huérfano o aprovecharnos personalmente de ellos si somos nombrados sus tutores, etc. Mediante estas leyes, Alá salvaguarda los derechos tanto de los débiles como de los fuertes. Este equilibrio, aunque pueda parecer paradójico, es inequívocamente sólido, porque cuando Alá nos ha prohibido codiciar la propiedad ajena, también ha prohibido a la sociedad en su conjunto transgredir a sus miembros o abusar de su derecho. Ha protegido los derechos legítimos de los débiles frente a los fuertes. Si Alá hubiera permitido que el fuerte se apoderara injustamente de la propiedad del débil, habría dado a la sociedad acceso al dinero y la riqueza del débil. Aquí vemos la justicia de Alá. Él protege a los débiles y resguarda a los fuertes de los prejuicios de la sociedad. La legislación se ha promulgado para mejorar el bienestar de toda la sociedad y garantizar su armonía. También ha decretado que los ricos deben ser caritativos y asignar parte de su riqueza a los pobres para que toda la sociedad pueda disfrutar de una vida pacífica, purgada de envidia. Sólo en un clima sano de esta naturaleza puede crecer el compañerismo, la cooperación y la preocupación por los demás. Éste es sólo un ejemplo de la legislación de Alá. Se ha establecido como una barrera contra la avaricia de aquellos que están obsesionados con el deseo incontrolable de acaparar riquezas, independientemente de los medios de su adquisición o de las personas; estas leyes han venido a proteger a estas mismas personas de sus propios defectos y lujurias. En cuanto a la lujuria física y la relación física entre el hombre y la mujer, encontramos que Dios también ha establecido ciertas reglas que garantizan que esta relación no se convierta en una fuente de corrupción en la sociedad. Se cuenta que una vez un hombre se acercó a Muhammad (SAW): y, después de declararle su lealtad y profesar su Islam, añadió que le gustaban las mujeres y que no podía refrenar sus deseos, y preguntó al Profeta (SAW) si era libre de seguir con este hábito. Muhammad (SAW) no se sintió ofendido, ni le reprendió. En su lugar, le explicó con calma y sabiduría el propósito subyacente de las normas decretadas por Alá sobre esa cuestión, de una manera clara e instructiva que pudiera ser plenamente comprendida por el hombre. Le preguntó si aceptaba que su lujuria se practicara con su madre. Esta pregunta pareció ofender al hombre y dijo: 'No'. El Profeta continuó: '¿Aceptarías que se lo hicieran a tu hermana?'. Esta segunda sugerencia pareció aumentar la ira del hombre y respondió con vehemencia: "No". Pero Mahoma ignoró su arrebato y dijo: “¿Aceptarías que se cometiera con tu mujer". El hombre no pudo controlar su ira y gritó: “¡Nunca, nunca!”. Entonces Muhammad (SAW) concluyó “Ninguno de nosotros tampoco, mi hermano árabe”. Con este sencillo diálogo Muhammad (SAW) pudo hacer que el hombre tonto se de cuenta de que la legislación de Alá se hizo para proteger a su madre, a su hermana y a su esposa de un acto que ningún hombre honesto que tuviera algo de orgullo en sí mismo aprobaría. Si alguien prestara atención a este diálogo antes de cometer cualquier acto de adulterio, nunca se entregaría a tal pecado. La legislación ha venido, pues, a refinar nuestros instintos y a proteger al propio individuo y a su parentela. A través de esta legislación, Alá nos ha mostrado que todos los hombres son iguales ante Él y que Su justicia no conoce discriminación ni prejuicios. Nadie escapa a Su castigo si infringe Sus leyes; cualquiera es castigado si emprende un camino de maldad y corrupción que ponga en peligro el tejido social. Pero hay personas que no se preocupan por los intereses y derechos de los demás. No sienten remordimiento alguno por engañar a los demás y, sin embargo, no aceptan ser ellos mismos engañados; se sienten libres para calumniarlos y, sin embargo, se ofenden inmensamente si se les calumnia a ellos, olvidando que cuando Dios estableció Sus leyes de financiación, no tuvo en cuenta a unos por encima de otros, por muy fuertes y ricos que fueran los primeros, o por muy pobres y necesitados que fueran los segundos. Su justicia es imparcial y su principal objetivo es garantizar el bienestar de la sociedad en su conjunto y proteger a la humanidad de sus propios deseos destructivos. Cuando Alá decreta algo, Su propósito último es educar y refinar al ser humano, alimentar sus valores espirituales internos e inculcarle los valores de la justicia y la preocupación por los derechos de los demás, elevando así al hombre por encima de todas las demás criaturas, y sentando al mismo tiempo las bases de una sociedad sana que se guíe y rija en sus interacciones por estas leyes divinas. En Su disciplina, Alá sienta las bases del tipo de sociedad que puede vivir en armonía en la Tierra. Sólo Él tiene el poder de hacerlo, porque Su poder trasciende todo poder y conocimiento humano. Él ha creado este universo y ha puesto sus fuerzas al servicio del hombre. Si Alá ha creado todas estas fuerzas en beneficio del hombre, cuyos poderes mentales y físicos son muy limitados, entonces Él está mejor cualificado para planificar para él el orden perfecto para una vida justa y feliz en esta tierra. El hombre, por muy lejos que llegue su conocimiento o por muy vanidoso y ambicioso que sea, no puede pretender que está mejor cualificado que su Creador, ni puede igualar Su habilidad para planear su propio camino correcto. El hombre no carece de ambiciones y deseos, y es probable que estas carencias dejen su huella en cualquier plan que pueda trazarse para sí mismo o para los demás. Por el contrario, Alá no tiene ambiciones, y como Su fin último es el bienestar de toda la humanidad, Su plan es seguro que será perfecto y justo.

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