El Boletin Islamico Edicion Numero 8

Un hombre estaba lamentándose, otro había estado envuelto en un accidente y el ojo de un tercero estaba tapado con hielo, uno no podía acertar si él estaba vivo o muerto. Corrimos por las escaleras hacia el piso donde se encontraba Noorah. Ella estaba en terapia intensiva. La enfermera se acercó. “Permítanme llevarlas a donde ella”. A medida que bajábamos por el pasillo la enfermera hablaba en cuán dulce muchacha era Noorah. De alguna forma había tranquilizado a mi madre que la condición de Noorah había mejorado mucho a lo que era por la mañana. “Lo siento. Sólo un visitante a la vez”. Este era la unidad de cuidado intensivo. A través de la ventanilla en la puerta y toda la agitación de mandiles blancos que pasaban agetreados, conseguí ver directamente a los ojos de mi hermana. Nuestra madre estaba parada a lado de ella. Después de un par de minutos, mi madre salió del cuarto incapaz de controlar su llanto. “Puedes entrar y decir Salam (paz) a ella pero con la condición de que no hables mucho”, me dijeron: “dos minutos será suficiente”. “¿Cómo estas Noorah?, estabas bien anoche hermana, ¿Qué pasó?” Nos tomamos de las manos, ella apretó la mía dulcemente: “aún en este momento, Alhamdulillah (alabado sea Dios), estoy bien”. “Alhamdulillah...pero...tus manos están tan frías”. Me senté alado de su cama y puse mis dedos sobre su rodilla, ella lo apartó con espasmos. “Perdón... ¿te lastimé?”. “No, es solo que me acabo de recordar de las palabras de Allah:” “Waltafatul saaqu bil saaq” (y una pierna se una con la otra*) *por la agonía de la muerte. (Corán 75:29). “Hanan ora por mí, es probable que conozca como es el primer día del más allá muy pronto. Es un largo viaje y no he preparado suficientes obras buenas en mi maleta”. Una lágrima escapó de mis ojos y se deslizó por mi mejilla ante sus palabras. Lloré y ella me acompañó, la habitación se nubló y dejó a las dos hermanas llorar juntas. Un riachuelo de lágrimas salpicaron en la palma de mi hermana que sostuve con ambas manos. Mi padre se estaba preocupando cada vez más por mí, nunca había llorado de esa manera. Ya en casa y arriba en mi habitación, observé al sol ponerse junto a un día muy penoso. El silencio se hizo presente en los pasillos. Una prima vino a mi habitación y también otra. Los visitantes eran muchos y todas las voces que provenían de abajo se alzaban a un mismo tono. Sólo una cosa era clara a ese punto... ¡Noorah había muerto! Paré de distinguir quien iba y quien venía, no podía recordar lo que decían. Oh Allah, ¿dónde me encontraba? ¿Qué estaba pasando? Ya ni podía llorar más. Más tarde, esa semana, ellos me dijeron lo que había ocurrido. Mi papá había tomado mi mano para decir adiós a mi hermana por última vez. Yo había besado la cabeza de Noorah, aunque sólo recuerdo una cosa, al verla postrada en esa cama en donde ella iba a morir, recuerdo el verso que recitó: “y una pierna se una con la otra” (*por la agonía de la muerte) y sabía muy bien la verdad del verso que seguía, “Ese día el rumbo será hacia tu Señor (Allah)”. (Corán 75:29-30)

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