El Boletin Islamico Edicion Numero 8

estuvieran seguros que este concepto fuese primeramente entendido en su totalidad antes de enseñar más acerca de la religión. Nosotros tenemos una noción de cuán importante es esto mediante lo que está escrito en el Corán. De las 114 Surah (capítulos) del Corán, 86 fueron reveladas en Makkah. Estos capítulos primordialmente tratan del concepto de Dios y la relación del hombre con El. El Profeta (saws) pasó trece de los 23 años en los que el Corán fue revelado, removiendo los falsos conceptos relacionados a Allah, y reemplazándolos con los que son correctos. Es de esta manera como debemos cambiar primeramente nuestras erróneas formas de pensar. En relación a los musulmanes, el primer paso para purificar/cultivar el alma es la “Shahaadah”, (Declaración de Fe). La “shahaadah” se compone de dos partes: una es una frase de negación, decimos: “Laa ilaaha...”, que literalmente significa “No existe ninguna divinidad...” es más comúnmente traducido y entendido como su significado, “no hay absolutamente nada que valga la pena o merezca adoración...”. Esta declaración remueve las “malas hierbas”. Incluye todos los falsos dioses, falsos conceptos y cualquier cosa a la cual podamos dar una devoción excesiva. Es en esta etapa donde nosotros realmente triunfamos o fracasamos con respecto a nuestra evolución espiritual. Muchos de nosotros, cuando comenzamos nuestro viaje espiritual no siempre nos purgamos completamente de los viejos conceptos. Si no removemos las “malas hierbas” y demás restos inútiles, entonces no habrá un fin exitoso. Entonces, luego de remover los conceptos dañinos, pasamos a la fase dos. Rompemos la tierra/suelo (el materialismo, conceptos mundanos que los sostenemos como sagrados). Debemos cortar los malos hábitos que tiene el alma. Removemos de nuestras vidas aquellas costumbres que no conducen a una evolución espiritual apropiada. Muchos de nosotros aún tenemos problemas porque nos seguimos aferrando a viejas costumbres y hábitos, los cuales han probado ser muy malos para nuestro bienestar físico, mental y especialmente para el plano espiritual. Este arado del suelo es la fase que se da antes de sembrar las semillas. Tu suelo es tu alma, tu alma es tu suelo. Cada uno cultiva su alma según a como se lo proponga y con que convicción lo quiera hacer, esto es lo que diferencia a unos de otros para alcanzar el objetivo. Pero tenemos que seguir las fases del cultivo si es que queremos tener éxito, pues no existen atajos. Después de arar el suelo/alma lo fertilizamos con la segunda parte de la “Shahaadah”, después de decir: “Laa ilaaha...”, “No hay nada que merezca ser adorado...”, o: “No existe ninguna divinidad...”, decimos: “...illa Allah”, lo que significa: “...excepto el Dios único, Allah”. Removemos falsos conceptos con la declaración de negación y las reemplazamos con los conceptos verdaderos. Con los apropiados conceptos de Dios en su lugar, podemos ahora avanzar a la fase tres, sembrar/plantar las semillas. La semilla representa lo que es la fuente de desarrollo o crecimiento. Tiene dentro de ella todos los significados o estímulos para crecer y desarrollarse. Las semillas que son plantadas en el nuevo suelo/alma fértil son las semillas de: la Revelación (la palabra de Dios), la verdad, el temor de Dios (Taqwa), sinceridad, honestidad, etc. Estas semillas son la fuente de crecimiento y desarrollo para nuestra vida espiritual, en la fase tres plantamos las semillas, y debemos entender que tendremos que “cosechar lo que sembremos” ya sea positivo o negativo. Una vez que las semillas sean sembradas pasamos a la fase cuatro donde se nutre, lo que incluye proveer mucha luz solar y agua. El “Sol” en un lenguaje sagrado representa la luz del entendimiento, la mente, la luz en la escritura (conocimiento revelado). Así como las semillas necesitan la luz solar para fomentar su crecimiento en el suelo, las semillas de la Revelación, la verdad, la conciencia de la existencia de Dios, el temor de Dios (Taqwa), sinceridad, honestidad, etc, necesitan la “luz” del entendimiento, necesitan la mente para reflexionar y meditar sobre ello, necesitan también la “luz” de la escritura. Vale la pena mencionar aquí que aunque la palabra de Dios es una “semilla” para el alma; una fuente de crecimiento y desarrollo, también proporciona la nutrición. Es el continuo estudio y contemplación de la palabra de Dios que alimentan las “semillas” implantadas en nuestra alma.

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