El Boletin Islamico Edicion Numero 10

Pagina 10 The Islamic Bulletin Volume XX No. 4 quería que mis hijos vivieran conmigo, ambos sentímos que iba a ser mejor para los niños que se criaran con su padre, él estaba en una mejor posición económica para poder criarlos y darles muchas comodidades, algo que yo no podía dar. ¡Cuánto los extrañé cada noche! Volví a vivir nuevamente con mi madre y continúe viendo a mis hijos cada fin de semana. Mi ex esposo traía a nuestros hijos los los viernes por la tarde y los recogía los domingos por la mañana. A pesar de que este arreglo dolía, era mejor que nada. Cada noche antes de acostarme leía la biblia. Cuando mis hijos me visitaban les leía algún pasaje sin importar si ellos entendían o no. Después de leer un pasaje, pedía ayuda a Jesús una noche, a la siguiente noche pedía ayuda a los ángeles, al siguiente a la Virgen María, y las otras noches a diferentes Santos hasta que una noche ya no teníamos a quien pedir, se me habían acabado todos los santos. Entonces dije: “Ahora vamos a pedir a Dios”. Mi hijo preguntó: “Bien ¿ahora quién es Dios?” Y le contesté: “Él es quien te creó, me creó a mi, Él es Eterno, nuestro Vecino”. Entonces, él se quedó pensativo, reflexionando en esas palabras. A mi explicación, acaricié nuevamente mi cruz y dije: “Ahora gracias a Dios”. Él miró a la cruz y dijo: “Mamá ¿quién es éste? Le dije: “Este es Dios, es el hijo de Dios”. Me replicó: “Pero hace un minuto me dijiste que Dios es Eterno ¿cómo puede ser que éste está muerto?” Yo nunca, nunca en toda mi vida me había dado cuenta de ese hecho. Me preguntó: “¿De dónde vino este Dios?” Le respondí: “Él vino del vientre de María, de la Virgen María”. Dijo: “Oh, entonces él nació tiempo atrás”. Respondí: “bien ¡si!” Mas luego dijo: “Pero me dijiste que Él es Eterno. Él nunca muere y nunca nació”. Mi hijo, que en ese entonces tenía ocho años, me pidió directamente: “¡Mamá! ¿Por qué no le pides ayuda sólo a Dios?” Estaba sorprendida y atónita, y recuerdo haberme sentido un poco escandalizada de que él cuestionara mi religión. . Le dije que yo también pedía a Dios. Poco imaginaba que este hijo mío crecería y se convertiría en una constante espina en mi costado, siempre recordándome acerca de la necesidad de adorar al Dios Único y Verdadero. ¡Gracias a Dios! Unos años después, terminé casándome nuevamente y me trasladé a Australia con mi nuevo esposo. Mi ex-esposo quien también se había vuelto a casar se mudó con su familia a Arabia Saudita. Añoraba ver a mis hijos pero a la larga fue en Italia donde empecé una nueva familia y me convertí en la madre de tres hijas más. Todavía oraba todas las noches, “En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Los años pasaron afanosa y rápidamente. Un verano yo estaba muy emocionada porque mi hijo y mi hija vendrían a visitarme, así que muchas cosas cruzaron por mi mente, ¿Estarían ellos felices de verme después de mi larga ausencia? ¿De qué hablaríamos? oré por ayuda. Todos mis temores desaparecieron en el primer momento que puse los ojos en mis hijos en el aeropuerto. Hubo un lazo instantáneo entre madre e hijos como si no hubiese pasado el tiempo. Mi hijo era el que más hablaba de los dos, él se aseguró de recordarme que ellos no comían cerdo, ni alimentos que contuviesen alcohol. Le dije que recordaba eso de su religión y comenté también que yo tampoco comía cerdo ni bebía alcohol, un hábito que me había quedado del tiempo que estaba casada con su padre. En cuanto al vino, me aseguré de no cocinar con ello mientras ellos estuviesen conmigo en mi hogar. Pasamos un hermoso verano, conociéndonos el uno al otro, y ellos conociendo a sus nuevas hermanas, haciendo picnics, saliendo de excursiones, yendo a nadar. No quería que terminara pero sabía que ellos ya tenían su vida en Arabia Saudita y necesitaban regresar. Hice a mi hija la temida pregunta de cómo la trataba su madrastra, y honestamente me sentí feliz cuando ella me dijo que la trataba como a una hija. Después de ese verano mis hijos me visitaron juntos unas dos veces más. Cuando mi hijo cumplió 21 años vino a vivir conmigo por 6 meses. Nosotros discutíamos sobre la religión ¡vaya que discutíamos! De cierta forma, mi hijo y yo tenemos una personalidad muy parecida, pero también tenemos nuestras diferencias y algunas muy obvias en eso. Mientras que yo soy muy iracunda en las disputas, mi hijo es bastante calmado, por lo que trata de mantener una sensación de calma mientras ¡yo salgo de mis cabales! A pesar de este choque yo creo que funciona a nuestro favor porque así podemos encontrar un balance en nuestras discusiones. Él y yo somos muy parecidos en la amabilidad, generosidad y ayuda a la gente. Lo que más admiro de mi hijo es su dedicación a casi todo lo que él hace. Él es una persona gentil y dulce, pero al mismo tiempo tiene fuertes principios éticos y logra sus objetivos en cualquier cosa que se propone, lo cual respeto bastante. Admiro su capacidad de mantener el equilibrio en las situaciones más estresantes, él es muy lógico y no se estanca demasiado en un problema, siempre trata de encontrar soluciones y neutralizar las situaciones tanto como le sea posible. Yo continúe orando para que naciese en el corazón de mi hijo el deseo de convertirse al catolicismo. Deseaba con todo mi ser que él se hiciese sacerdote, sentía que él sería un buen predicador, era un buen muchacho y muy temeroso de Dios, buenas cualidades para el Sacerdocio. Cuando una vez le dije que él sería un buen clérigo, mi hijo sonrío y me dijo que era más probable que yo me volviese musulmana a que él se convirtiese en un sacerdote católico. Después de 6 meses, mi hijo me expresó su deseo de irse a los Estados Unidos. Finalmente él se estableció en America e hizo su hogar en Miami, Florida. Mientras tanto quedé viuda con una hija adolescente en casa. Mi hijo realmente quería que yo fuese a vivir con él a America, por lo que me fui a los Estados con mi hija de 17 años de edad. Nos agradó mucho la vida allá y mi hija pronto comenzó a hacer su propia vida. Nada había cambiado entre mi hijo y yo, continuamos hablando del Catolicismo y el Islam, y ninguno de los dos ‘cedía’. Algunas veces, cuando surgía el tema de la Trinidad y no podía encontrar ninguna respuesta o refutarle, yo sólo levantaba las manos y me marchaba. Me enfadaba mucho lo que para mi era, un ataque a mi religión. “¿Por qué no puedes ser como los demás?” le pregunté, “otros musulmanes me aceptan y no tratan de convertirme”. “Yo no soy como los demás” me respondió, “Yo te amo, soy tu hijo y quiero que vayas al Paraíso”. Le dije que iba a ir al Paraíso, “yo soy una mujer buena y honesta a quien no le gusta mentir, robar o engañar”. Mi hijo me contestó,”esas cosas son necesarias y ayudan en la vida mundana, sin embargo en el Corán se menciona muchas veces que Allah no Mi suegro amaba a su hijo, a sus nietos y a mí como a una verdadera hija.

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