Mi Descubrimiento Increible Del Islam

 

Cuando recientemente alguien me pregunto como me incorpore al Islam me tomó por sorpresa y me sentí un poco desconcertada, porque nunca pensé que entrando en el Islam era un punto crítico cuando me hice la primera pregunta del catolicismo, cuando por primera vez quería ser musulmana. Las respuestas a estas preguntas y muchas otras requiere pensarlo mas de lo que nunca imagine, para poder realmente contestar estas preguntas tengo que empezar desde el principio los puntos que en mi vida me llevaron a finalmente aceptar la verdad del Islam. Me hice musulmana a la edad de 67 años y gracias a Dios que el me ha bendecido al hacerme una creyente del Islam.

Alá abre al Islam el pecho de aquél a quien Él quiere dirigir. Y estrecha y oprime el pecho de aquél a quien Él quiere extraviar, como si se elevara en el aire. Así muestra Alá la indignación contra quienes no creen.

(Coran 6:125)

Fui criada en una casa estrictamente Católica Romana, la hija de en medio de tres niños, mi padre trabajaba duro y muchas horas todos los días, él se iba temprano en la mañana y volvía muy tarde en la noche. Todo lo hacia para que mi mama se quedara en casa y pudiera cuidar de mis hermanas y a mi. Un día muy triste y desafortunado mi madre nos dijo que él había tenido en un accidente de carro. El murió repentinamente y nuestro mundo se vino abajo. Con todos los cambios que estaban ocurriendo, mi madre nos dijo que tendría que volver a trabajar, mi madre quien antes había sido enfermera, fue forzada a trabajar para mantenernos. Encontró un trabajo in el hospital local, muchas veces trabajando dos turnos, Pero con estas nuevas responsabilidades no podía supervisar nuestra educación. Aunque nos envío a una escuela católica, su trabajo la mantenía alejada de cuidar a sus hijas.

Por lo tanto con tanto tiempo libre de pasar, me encontré pasando tiempo con mis amigos en los cafés locales. Fue allí donde conocí a un hombre musulmán muy bueno quien más tarde se hizo mi esposo. Mi madre no sabia que yo estaba pasando tiempo con este hombre. Es mas cuando le dije que estaba enamorada y quería casarme, ella me advirtió que éramos de dos diferentes culturas y que eventualmente tendríamos problemas. Ella dijo que si tuviéramos hijos en un futuro, indudablemente se desarrollarían problemas de religión. A los veinte años, no podía imaginarme que habría problemas de religión en nuestro matrimonio. Estaba tan enamorada y me sentía tan feliz de que alguien iba a hacerse cargo de mí. Mi esposo no era muy religioso en ese entonces, y en lo mas profundo de mi sentí que podría convertirlo al catolicismo. En cuanto a nosotros que teníamos el mismo origen étnico, me consideraba más de mente abierta y estaba entusiasmada de abrazar una nueva cultura.

En los siguientes años todo parecía ir perfectamente. Nosotros éramos felices y ni siquiera una vez la cultura o religión nos causó problemas. Dios nos bendijo con un hermoso hijo y muchos años después con una preciosa hija. Todavía, continuábamos de acuerdo con nuestras vidas e inclusive empecé a llevar a mis hijos a la iglesia. Mi esposo nunca me impidió ir cada semana a la misa de los domingos. Sin embargo, después de algún tiempo que empecé a llevar a mis hijos al templo, me dijo que no quería que los niños fuesen a la iglesia. Sinceramente, yo estaba furiosa y disgustada. “¡Pero por qué no!”, objeté. “Ninguna religión es mejor que la otra” le discutí. Yo realmente no entendía que daño podía haber en que los llevase a la iglesia. Hasta ese momento, nunca antes habíamos discutido acerca de la religión. De hecho, yo nunca me había siquiera preguntado que podría haber una religión diferente al catolicismo. Había nacido católica y pensé que el catolicismo era la religión correcta. Para explicaciones que no vale la pena mencionar, parecía que desde ese día en adelante, muchos problemas fueron evidentes, discutíamos todo el tiempo de todo y todos. Ahora las pequeñas cosas se volvían grandes. La religión se convirtió en un punto de discusión entre nosotros. La diferencia de nuestras culturas se volvió también un motivo de pelea. Discutíamos sobre nuestros parientes políticos y aun peor, sobre la crianza de nuestros hijos. Todo sobre lo que mi madre nos había advertido parecía estar haciéndose realidad.

La única paz y armonía que ahora había entre nosotros era la sabiduría, sinceridad, preocupación y amor que el padre de mi esposo, mi suegro, tenía sobre nuestro matrimonio. Mi suegro amaba a su hijo y a sus nietos, y también me amaba como a una verdadera hija. Él era un musulmán devoto y religioso, y además un hombre muy sabio. En ese entonces, como no estaba rodeada del Islam, mi suegro fue la primera introducción que tuve al Islam. Él rezaba todas sus oraciones, ayunaba durante el mes de Ramadán, y era muy generoso con los pobres. Podía sentir su conexión con Dios. De hecho, mi suegro era tan amable con los necesitados que cada día, al regresar a casa después de la oración del dhuhur en la mezquita, él invitaba a la casa a algún necesitado para almorzar con él. Esto era algo de todos los días. Los familiares mencionaron que él continuó con este hábito hasta el día de su muerte a la edad de 95 años.

A mi suegro le disgustaban las discusiones entre mi esposo y yo, y nos aconsejó a encontrar una solución antes de que los niños sufriesen a causa de nuestras peleas. Él trató desesperadamente de ayudarnos a encontrar una solución. Aconsejó a su hijo que me de espacio para practicar mi religión, pero ya no era tan sólo por la religión. Me sentía frustrada y decidí tomarme un descanso. Cuando le pedí a mi esposo que nos separemos, él estuvo de acuerdo puesto que tal vez eso era lo mejor para nuestro matrimonio. Como dice el dicho “la ausencia incrementa el amor”. Bueno, eso no sucedió en nuestro caso. De hecho la distancia hizo que nuestros corazones se distancien más. Después de la separación, ambos quisimos que fuera permanente y acordamos en divorciarnos. A pesar de que deseaba desesperadamente que mis hijos viviesen conmigo, ambos sentimos que era mejor que los niños sean criados por su padre. Él estaba en una mejor posición financiera para poder criarlos y darles muchas comodidades; algo que yo no podía dar. ¡Cuánto los extrañé cada noche! Volví a vivir con mi madre y continué viendo a mis hijos cada fin de semana. Mi ex esposo traía a nuestros hijos los viernes por la tarde y los recogía los domingos por la mañana. A pesar de que este arreglo dolía, era mejor a nada.

Cada noche antes de ir a la cama leía la biblia. Cuando mis hijos me visitaban les leía un pasaje de la misma sin importar si ellos entendían o no. Después de leer un pasaje, una noche pedía ayuda a Jesús, a la siguiente noche pedía ayuda a los ángeles, al siguiente a la Virgen María, y las otras noches a diferentes Santos. Pero una noche ya no teníamos a quien pedir, se me habían acabado todos los santos. Entonces dije: “Ahora vamos a pedir a Dios”. Mi hijo preguntó: “Bien ¿ahora quién es Dios?” Yo le respondí: “Él es Quien te ha creado, y me ha creado, Él es Eterno, nuestro Vecino”. Entonces él se quedó reflexionando, pensando en esas palabras. A mi explicación, acaricié nuevamente mi cruz y dije: “Ahora gracias a Dios”. Él miró a la cruz y dijo: “Mamá ¿quién es éste? Le dije: “Este es Dios, es el hijo de Dios”. Me replicó: “Pero hace un minuto me dijiste que Dios es Eterno ¿cómo puede ser que éste está muerto?” Yo nunca, nunca en toda mi vida me había dado cuenta de ese hecho. Él me preguntó: “¿De dónde vino este Dios?” Y le respondí: “Él vino del vientre de María, de la Virgen María”. Dijo: “Oh, entonces él nació antes en algún tiempo”. Respondí: “bien ¡si!” Mas luego dijo: “Pero me dijiste que Él es Eterno. Él nunca muere y nunca ha nacido”. Mi hijo, que en ese entonces tenía ocho años, me pidió directamente: “¡Mamá! ¿Por qué no le pides ayuda sólo a Dios?” Estaba sorprendida y atónita, y recuerdo haberme sentido un poco disgustada de que él cuestionara mi religión. Le dije que yo también pedía a Dios. Sabía poco que este hijo mío crecería y se convertiría en una constante espina en mi costado, siempre recordándome acerca de la necesidad de adorar al Dios Único y Verdadero. ¡Gracias a Dios!

Termine casándome unos años mas tarde y nos trasladamos a Australia con mi nuevo esposo, mi ex-esposo se mudó con su familia a Arabia Saudita. Extrañaba ver a mis hijos, pero a larga fue en Italia donde empecé una nueva familia y me convertí en la madre de tres hijas más. Todavía, cada noche yo rezaba “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los años pasaron afanosa y rápidamente. Un verano yo estaba muy emocionada, mi hijo y mi hija vendrían a visitarme. Así que muchas cosas atravesaron por mi mente ¿Estarían ellos felices de verme después de mi tan larga ausencia? ¿De qué hablaríamos? Recé pidiendo ayuda. Todos mis temores desaparecieron en el primer momento que posé mi mirada en mis hijos en el aeropuerto. Había un lazo instantáneo entre madre e hijos y fue como si no hubiese pasado el tiempo. Mi hijo era el más conversador de los dos. Él se aseguró de recordarme que no comían cerdo, ni alimentos que contenían alcohol. Le dije que recordaba eso de su religión. Le comenté también que yo tampoco comía cerdo, ni bebía alcohol, un hábito que me había quedado del tiempo que estaba casada con su padre. Respecto al vino, pues me aseguraría de no cocinar con ello mientras estén conmigo en mi hogar.

Pasamos un hermoso verano, conociéndonos el uno al otro, ellos conociendo a sus nuevas hermanas, haciendo picnics, saliendo de excursiones, nadando. No quería que terminase pero sabía que ellos ya tenían su vida en Arabia Saudita y que necesitaban regresar. Hice a mi hija la temida pregunta de cómo la trataba su madrastra, y realmente sentí felicidad cuando ella me dijo que la trataba como a una hija.

Después de ese verano mis hijos me visitaron juntos unas dos veces más. Cuando mi hijo cumplió 21, vino a vivir conmigo durante 6 meses. Discutíamos sobre la religión- ¡muchacho! ¿Vamos a discutir sobre religión? De cierta forma, mi hijo y yo tenemos una personalidad muy parecida, pero también tenemos nuestras diferencias y algunas muy obvias al respecto. Mientras que soy muy explosiva en las disputas, mi hijo es bastante tranquilo, así que él trata de mantener la calma mientras ¡yo salgo de mis cabales! A pesar de este choque, creo que funciona a nuestro favor porque así podemos encontrar un balance en nuestras discusiones. Él y yo somos muy parecidos en la amabilidad, generosidad y ayuda a la gente. Lo que más admiro de mi hijo es su dedicación a casi todo lo que él hace. Él es una persona gentil y dulce, pero al mismo tiempo tiene fuertes principios éticos y objetivos para obtener lo que se propone, lo cual admiro mucho. Admiro también su capacidad de mantener el equilibrio en las situaciones más estresantes. Él es muy lógico y no se estanca demasiado en un problema. Siempre trata de encontrar soluciones y neutralizar las situaciones tanto como le sea posible. Yo continué rezando para que naciese en el corazón de mi hijo el anhelo de convertirse al catolicismo. Deseaba con todo mi ser que mi hijo se volviese sacerdote- sentía que él sería un excelente predicador. Él era un buen muchacho y muy temeroso de Dios, buenas cualidades para el sacerdocio. Cuando una vez le dije que sería un maravilloso clérigo, mi hijo sonrió y me dijo que sería más factible que yo me volviese musulmana a que él se convirtiese en un sacerdote católico.

No obstante, luego de 6 meses mi hijo expresó su deseo de vivir en los Estados Unidos. Finalmente, él se estableció en América e hizo de su hogar Miami Florida. Mientras tanto yo había enviudado quedándome con una hija adolescente en la casa. Mi hijo deseaba realmente que yo fuese a vivir con él a América, así que partí hacia los Estados Unidos con mi hija de 17 años. Nos agradó mucho la vida allá y mi hija rápidamente empezó a hacer su vida. Nada había cambiado entre mi hijo y yo- continuábamos hablando acerca del Catolicismo y el Islam, y ninguno de nosotros ‘cedía’. Algunas veces, cuando surgía el tema de la trinidad y no podía encontrar ninguna respuesta o refutarle, yo sólo levantaba las manos y me marchaba. Me enfadaba mucho lo que para mi era, un ataque a mi religión. “¿Por qué no puedes ser como los demás?” le pregunté, “otros musulmanes me aceptan y no tratan de convertirme”. “Yo no soy como los demás” me respondió, “Yo te amo, soy tu hijo y quiero que vayas al Paraíso”. Le dije que iba a ir al Paraíso- yo soy una mujer buena y honesta a quien no le gusta mentir, robar o engañar. Él me suplicaba que leyese, aprendiese y descubra el Islam. Me trajo libros para que pudiese ampliar mi mente, pero lo rechacé. Nací católica e iba a morir como católica.

En los próximos 10 años, me quedé viviendo con mi hijo, su esposa y familia. Sin embargo, deseaba también pasar un tiempo con mi hija quien aún se encontraba viviendo en Arabia Saudita. No era fácil conseguir la visa. Mi hijo bromeaba diciendo que si tan sólo aceptase el Islam podría conseguir la visa para la Umrah. Le dije duramente que yo no era musulmana. Después de un arduo esfuerzo y unas cuantas conexiones, se me dio una visa de visitante para poder ir a ver a mi hija quien ahora era la madre de tres niños. Antes de partir, mi hijo me dio un abrazo de oso y me dijo cuanto me amaba y deseaba con todo su corazón el Paraíso para mí. También me dijo que tenía todo lo que quería en esta vida, excepto que su madre se vuelva musulmana. Me comentó que rezaba todos los días a Dios (Al-lah) para que Él cambie mi corazón y acepte el Islam. Y yo le dije que eso nunca sucedería.

Visité a mi hija en Arabia Saudita y me enamoré del país, del clima y la gente. Pasados los seis meses no quise irme, así que pedí una extensión de la visa. Escuchaba el Adhan (llamado a la oración) 5 veces al día y veía a los fieles cerrar sus negocios y dirigirse a la oración. A pesar de que eso era muy conmovedor, continué leyendo mi biblia todas las mañanas y tardes, y repitiendo constantemente el rosario. Ni una sola vez mi hija o algún otro musulmán me habló del islam o trató de convertirme. Ellos me respetaban y me permitían practicar mi religión.

Mi hijo estaba viniendo a Arabia Saudita para visitarme. Yo estaba muy feliz ya que lo extrañaba mucho. Ni bien llegó, él estaba de nuevo tras de mí hablándome de la religión y la unicidad de Dios. Estaba enojada, le dije que había estado en Arabia Saudita por un año y nadie, ni siquiera una sola vez me habían hablado de la religión. Y él, en su segunda noche aquí, empieza inmediatamente a predicarme. Se disculpó y me dijo que quería que yo aceptase el Islam. Le recalqué nuevamente que nunca dejaría el cristianismo. Él me preguntó acerca de la Trinidad y cómo podía creer en algo que simplemente no tenía ningún sentido lógico. Me recordó que inclusive yo tenía dudas al respecto. Le respondí que no todo tiene que tener sentido- que sólo debía tener fe. Parecía que él aceptó esta respuesta y me sentí feliz porque finalmente gané una discusión sobre la religión. Luego mi hijo me pidió que le explicase el milagro de Jesús. ¡Aja! Yo pensé, finalmente estoy llegando a algo. Le expliqué el milagro del nacimiento de Jesús, la Virgen María, cómo Jesús murió por nuestros pecados, que Dios insufló Su espíritu en él, Jesús como Dios e hijo de Dios. Todo el tiempo que estuve hablando él permaneció callado- sin refutar-, mi hijo ¿callado? Entonces, tranquilamente me preguntó, “Mamá, si Jesús murió por nuestros pecados un viernes, y luego como tú dijiste, resucitó tres días después en un domingo, entonces ¿quién reinó el mundo durante esos tres días?” “Mamá ¿me puedes explicar?” Pensé en lo lógico de esa pregunta y en ese momento, me di cuenta que no tenía ningún sentido.

Le contesté que Jesús era el hijo de Dios. Jesús y Dios eran uno y el mismo. Mi hijo respondió: “Las vacas tienen becerros; pequeñas vacas. Los gatos tienen gatitos; pequeños gatos. Los humanos tienen niños, pequeños humanos. Si Dios tiene un hijo, ¿Qué es él? ¿Un pequeño Dios? Si es así, entonces ¿tienes dos dioses? Luego me preguntó: “Mamá, ¿podrías alguna vez llegar a ser Dios?” “¡Qué pregunta absurda!” le respondí, los humanos nunca pueden ser un Dios. (Ahora, realmente me estaba enfureciendo). Luego me preguntó: “¿Era Jesús un ser humano?” Le respondí que sí. Entonces dijo: “Por lo tanto, el nunca podría ser Dios”. El asegurar que Dios se hizo hombre es también un absurdo. No es propio de Dios tomar las características humanas porque significaría que el Creador se volvió Su creación. Sin embargo, la creación es un producto del acto creativo del Creador. Si el Creador se vuelve Su creación, significaría que el Creador se creó a Sí mismo, lo cual es un absurdo. Para ser creado, primero Él no tendría que existir, y si no existió, entonces ¿cómo Él podría crear? Además, si Él hubiese sido creado, significaría que tuvo un principio lo cual contradice Su Ser Eterno. Por definición, la creación necesita un Creador. Para que los seres creados existan deben tener un creador que los haga existir. Dios no puede necesitar un creador porque Dios es el Creador. Por lo tanto, hay una obvia contradicción en términos. El asegurar que Dios se hizo hombre (Su creación) implica que Él necesita un Creador, lo cual es un concepto descabellado. Esto contradice el concepto fundamental de que Dios no ha sido creado, no necesita creador porque es el Creador. Sabiendo que no tenía una respuesta para él, le dije: “Déjame pensar en la respuesta”.

Esa noche pensé larga y profundamente en las palabras de mi hijo. La idea de que Jesús era el hijo de Dios ya no tenía sentido para mí. Ya tampoco podía aceptar que Jesús y Dios eran uno y el mismo. Antes de ir a dormir esa noche, mi hijo me pidió que rece a Dios antes de dormir y que Le pida sólo a Él que me guie al camino correcto. Yo le prometí que iba a suplicar sinceramente a Dios por la respuesta. Fui a mi cuarto y leí el libro que mi hijo me había dado. Luego, abrí el Sagrado Corán y empecé a leer. Era como si algo hubiese sido levantado de mi corazón. Me sentí diferente. Vi la verdad en el Islam. ¿Contra qué había estado peleando todos estos años?

Esa noche le recé sólo a Dios- no a Jesús, ni a María, ni a los ángeles, ni santos, ni al espíritu santo. Solamente a Dios le lloré y pedí que me guiase. Le pedí que si el Islam era el camino correcto entonces que por favor cambiase mi corazón y mi mente. Me fui a dormir, y a la siguiente mañana me desperté y anuncié a mi hijo que estaba lista para abrazar el Islam. Él estaba atónito. Ambos empezamos a llorar. Mi hija y mi nieta fueron llamadas y observaron cuando atestigüé,

أشهد أن لا إله إلاَّ الله و أشهد أن محمد رسول الله
“ASH-HADU ANLA ELAHA ILLA-ALLAH WA ASH-HADU ANNA MOHAMMADAN RASUL-ALLAH”.
“Non c’è altro Dio al di fuori di Dio, e Mohammed (saw) è il Messaggero di Dio.” “No existe divinidad excepto Al-lah y Muhammad (saws) es Su mensajero y último Profeta”.

Video de Shahada / Declaración de Fe

Me sentí una mujer diferente. Estaba feliz como si alguien hubiese sacado un velo obscuro de mi corazón. Todos los que me conocían no podían creer que yo me haya convertido. Algunas veces, ¡Incluso yo no lo podía creer! Pero el Islam es tan verdadero, tan pacífico y sereno.

Después, mi hijo regresó a los Estados Unidos. Aprendí a recitar el capítulo de la apertura (Al-Fatiha) en árabe y como hacer las oraciones. Continué mi vida como antes, sólo que ahora soy una musulmana. Siempre me gustó asistir a las reuniones familiares con mi hija, y también a eventos sociales. Asistía a bodas y reuniones de familiares y amigos, fiesta de henna, de recién nacidos (aqiqa), y a las reuniones cuando alguien fallecía. Cerca de 6 meses después que me había convertido al Islam, asistí a una reunión de un funeral que realmente tocó mi corazón y reforzó más lo que siento de la hermosa religión que es el Islam. Un muchacho había fallecido a causa de una enfermedad. Cuando mi hija estaba a punto de partir para dar las condolencias, le pregunté si conocía bien a la familia. Ella me contestó que no. “¿Entonces para que ir? Le pregunté. “Porque la familia está afligida, y es mi deber en el Islam el ir y tal vez ayudar en lo que pueda”. Decidí vestirme e ir con ella. Fui junto a mi hija a dar las condolencias a la familia del joven y me quedé atónita por la cantidad de gente que asistió. Estaba sorprendida y conmovida de que tanta gente haya ido a dar su apoyo a la familia. Todo lo que pude pensar cuando vi a la familia doliente es ¡Qué hermosa religión es el Islam! Donde mucha gente siente que es su responsabilidad el ir a dar su apoyo. Y un evento donde los musulmanes muestran una manifestación de simpatía es otro momento que demuestra la belleza del Islam.

Ahora ya son tres años que soy musulmana, Alhamdulillah. Desde ese entonces, he realizado la Umrah dos veces con mis hijos. Mi hijo, mi hija y yo visitamos la Kaaba y la Mezquita de nuestro amado Profeta en Medina. Recién cumplí 70 años, Alhamdulillah. Algunas veces me acuerdo en toda la dificultad y tristeza que debí causarle a mi hijo. También me pregunto si mi hija me hubiese presionado un poquito tal vez me hubiese convertido mucho antes. Pero mi hijo me hace recuerdo de que es Al-lah, El mejor Planificador. Y es Él, el Único que puede dar a una persona hidaya (la guía), y lee un verso del Quran,

“Ciertamente tú no guías a quien amas sino que Al-lah guía a quien quiere”.

(Quran 28:56)

Cada día agradezco a Al-lah por haberme honrado y bendecido al guiarme al camino del Islam y hacerme una musulmana. Ameen.