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El Boletín Islámico
Edición 19
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Esta es la historia de un buscador de la verdad, la
historia de Salman el persa, obtenida de sus propias
palabras:
Crecí en la ciudad de Isfahan en Persia, en la aldea de Jayyan. Mi padre
era el Dihqan o jefe de la aldea. Él era la persona más rica y tenía la casa
más grande.
Desde que era niño mi padre me amaba, más que a nada. Con el tiempo su amor
por mí se hizo tan fuerte y abrumador que temía perderme o que algo me
ocurriera.
Así que me mantuvo en casa, como un verdadero prisionero, de la misma forma
que mantenían a las doncellas jóvenes.
Me aficione a la religión de los Magos tanto que alcancé la posición de custodio
del fuego al que adorábamos.
Mi deber era ver que las llamas del fuego permanecieran ardiendo y que no
saliera ni una sola hora, ya fuera el día o la noche.
Mi padre poseía una extensa propiedad que producía abundantes cosechas.
Él mismo cuidaba de la hacienda y la cosecha. Un día estaba muy ocupado
con sus deberes como dihqan en la aldea y me dijo: "Hijo mío, como ves,
estoy demasiado ocupado para salir a la hacienda ahora. Ve y cuida las cosas
por mi hoy."
En mi camino a la finca, pasé por una iglesia cristiana y las voces en oración
atrajeron mi atención. No sabía nada sobre el cristianismo ni sobre los seguidores
de ninguna otra religión en el tiempo que mi padre me mantuvo en la casa alejado
de la gente.
Cuando oí las voces de los cristianos, entré en la iglesia para ver lo que
estaban haciendo. Quede impactado por su forma de orar y me sentí atraído
por su religión.
“Por Dios,” dije, esta es mejor que la nuestra. No los dejaré hasta que se
ponga el sol.
Les pregunté y me dijeron que la religión cristiana se originó en AshSham (Gran
Siria). No fui a la hacienda de mi padre ese día y por la noche, volví a casa.
Mi padre me encontró y me preguntó qué había hecho.
Le conté sobre mi encuentro con los cristianos y cómo quedé impresionado por
su religión. Estaba consternado y dijo: "Hijo mío, no hay nada bueno en esa
religión. Tu religión y la religión de tus antepasados es mejor.
“No, su religión es mejor que la nuestra,” insistí.
Mi padre se molestó y temió que yo abandonará nuestra religión. Así que
me mantuvo encerrado en la casa y me puso una cadena en los pies. Sin
embargo, me las arreglé para enviarles un mensaje a los cristianos
pidiéndoles que me informasen de cualquier caravana que se dirigiera hacia
Siria.
En poco tiempo se pusieron en contacto conmigo y me dijeron que una
caravana se dirigía a Siria.
Logré desatarme y furtivamente acompañe la caravana a Siria.
Allí, pregunté quién era la persona principal en la religión cristiana y fui
dirigido al obispo de la iglesia.
Me acerqué a él y le dije: "Quiero ser cristiano y quisiera unirme a tu servicio,
aprender de ti y orar contigo."
El obispo estuvo de acuerdo y entré en la iglesia a su servicio.
Sin embargo, pronto descubrí, que el hombre era corrupto. Él le ordenaba a sus
seguidores a dar dinero en caridad, mientras les prometía bendiciones.
Sin embargo, cuando daban algo para gastar en el camino de Dios, lo atesoraba
y no daba nada a los pobres o necesitados.
De esta manera acumuló una gran cantidad de oro.
Cuando el obispo murió y los cristianos se reunieron para enterrarlo, les conté
de sus prácticas corruptas y, a su solicitud, les mostré donde guardaba las
donaciones.
Cuando vieron los grandes frascos llenos de oro y plata, dijeron. "Por Dios, no
le enterraremos." Lo clavaron en una cruz y le arrojaron piedras.
Yo continué al servicio de la persona que lo reemplazó. El nuevo obispo era un
asceta que anhelaba el más allá y se dedicaba al culto noche y día.
Estuve muy dedicado a él y pasé mucho tiempo en su compañía.
(Después de su muerte, Salman se unió a varias figuras religiosas cristianas, en
Mosul, Nisibis y otros lugares.
El último le había contado sobre la aparición de un Profeta en la tierra de los
árabes, quien tenía una reputación de honradez estricta, quien aceptaría un
regalo pero nunca consumiría una caridad (sadaqah). Salman continúa su
historia)
Un grupo de líderes árabes de la tribu Kalb pasó a través de Ammuriyah y les
pedí que me llevaran con ellos a la tierra de los árabes a cambio de cualquier
dinero que tuviera. Ellos estuvieron de acuerdo y yo les pagué. Cuando
llegamos a Wadi al-Qura (un lugar entre Madinah y Siria), rompieron su
acuerdo y me vendieron a un judío.